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martes, 29 de marzo de 2016

VARGAS LLOSA: Soporto el anatema de una secta argentina, populista y grotesca…


No  morirse  en  vida  /  Ricardo  Roa
Cuando apenas se supo que MARIO VARGAS LLOSA abriría la Feria del Libro, el líder de Carta Abierta, Horacio González, alzó el dedo para impugnar a quien llamó "el señor Vargas". Las razones eran ideológicas. GONZALEZ USA LAS ANTEOJERAS QUE DIVIDEN a la HUMANIDAD en AMIGOS Y ENEMIGOS.
Vargas Llosa fue compañero de aventuras literarias y políticas de Cortázar y García Márquez. Cambió con esa voluntad profunda de transformar el pensamiento que asiste a todo aquel que piensa con profundidad. Y fue excomulgado de la iglesia revolucionaria. 
Debió soportar el anatema de una secta argentina, populista y grotesca. Y no se hizo el distraído. Vino a Buenos Aires y dio una lección. Dijo: "Critico porque soy un hombre libre". Fue hace cinco años. Ayer ese hombre que representa la libertad de cambiar las creencias cumplió 80 y sigue enseñando que el compromiso político sólo es válido si es crítico. De otro modo es dogmatismo, ceguera, servidumbre voluntaria. La crítica de Vargas Llosa se dirige a todo lo que impide la libertad. 
El silencio cómplice nunca fue su ética. Es un intelectual comprometido no porque se ubica declamatoriamente a la izquierda y elige el camino fácil de la demagogia. Así casi logra la presidencia de Perú. 
Perdió con Fujimori. Pero Fujimori le ganó con un aparato que destiló mugre y manipulación. El monje negro de Fujimori, Montesinos, lo ensució con operaciones en la prensa. Vargas Llosa fue un evasor por cobrar derechos de autor en España, un amoral por haberse casado con una prima y un enemigo de Dios por declararse agnóstico. Los servicios de inteligencia siempre apuestan contra la inteligencia.
Fujimori y Montesinos hoy están presos y Vargas Llosa ganó el Nobel y el reconocimiento unánime de que es una de las plumas más exquisitas del castellano. Esa densidad literaria se extiende al ensayo y al análisis político, siempre lúcido.
Hay otra dimensión que también es pública como lo es la vida privada de las personas destacadas. Tuvo una familia muy estable hasta que apareció otro amor, Isabel Preysler. Su felicidad tiene un límite: las personas que ha dejado heridas con su separación. Dice: "Lo único que lamento es que la felicidad se consiga muchas veces causando infelicidad a tu alrededor".
Vargas Llosa polemiza, escribe, se enamora, viaja, confronta contra toda policía del pensamiento. Y dice a los 80: "Uno tiene que aceptar la muerte. No tiene sentido rebelarse contra lo irremediable. Pero es muy importante no convertirse en un ser pasivo y llegar vivo hasta el final, no morirse en vida". Sí, que puedas seguir vivo y escribiendo Vargas Llosa
Publicado en el diario Clarín de Buenos Aires 

lunes, 21 de octubre de 2013

Las VOCES del SILENCIO / por Mario VARGAS LLOSA

Aunque no soy un usuario entusiasta de Internet, reconozco que su aparición ha hecho crecer de una manera notable la libertad de expresión en el mundo y ha infligido un golpe casi mortal a los sistemas de censura que los gobiernos autoritarios establecen para controlar la información e impedir las críticas. Me ha convencido de eso Emily Parker, antigua periodista de The Wall Street Journal y de The New York Times, que en un libro de próxima publicación en los Estados Unidos pasa revista a la revolución que han significado la Web y las redes sociales en China, Cuba y Rusia en el campo de la información.
Su libro se titula Now I Know Who My Comrades Are( Ahora sé quiénes son mis camaradas ), se subtitula Voices from the Internet Underground (Voces de Internet clandestino) y, aunque es un reportaje documentado y riguroso, se lee con la excitación de una novela de aventuras. Emily Parker habla mandarín y español, ha conocido y entrevistado a la mayor parte de los blogueros más influyentes y populares en aquellos tres países, y se mueve con total desenvoltura en el mundo de catacumbas en el que suelen operar, desde el cual han establecido las relaciones digitales que los conectan con el mundo y desde el que han devuelto la esperanza de progreso y de cambio democrático a decenas de miles de sus compatriotas que, antaño, vivían paralizados por la apatía, el miedo y el pesimismo. Hace tiempo que no leía un libro tan entretenido y a la vez tan estimulante para la cultura de la libertad.
No se crea que Emily Parker idealiza excesivamente a los personajes que pueblan su libro, presentándolos a todos como esforzados paladines del progreso y desinteresados idealistas, dispuestos a ir a la cárcel y hasta perder la vida en su lucha contra la opresión. Nada de eso. Junto a admirables luchadores guiados por convicciones y valores principistas, hay también oportunistas y casquivanos, así como aventureros y escurridizos de inapresable filiación y, acaso, hasta infiltrados y espías del gobierno. Pero todos ellos, queriéndolo o no, haciendo lo que hacen, han logrado que retrocedan y a veces se volatilicen los frenos y controles que permitían a las dictaduras manipular la información y han conseguido que en la gris monotonía de esas sociedades embridadas de pronto las verdades oficiales pudieran ser cuestionadas, desmentidas, reemplazadas por verdades genuinas, y que el silencio se llenara de voces disidentes y un aire renovador, juvenil, esperanzado, y empezara a movilizar a sectores sociales que hasta entonces parecían petrificados por el conformismo.
Si el testimonio de Emily Parker es exacto, y yo creo que lo es, de los tres países sobre los que escribe, donde la revolución digital ha producido mayores cambios y donde éstos parecen haber alcanzado una dinámica difícil de atajar es en China, en tanto que en Cuba los cambios son menores y más susceptibles de ser víctimas de una regresión. Rusia parece dar manotazos en un mar de incertidumbre en el que cualquier cosa puede ocurrir: un discurrir violento hacia más libertad o un retroceso no menos traumático y veloz hacia el autoritarismo tradicional.
Una de las conclusiones más alentadoras de este ensayo es que la revolución tecnológica que hizo posible Internet no sólo es un arma poderosa para combatir a las dictaduras; también, para dar un derecho a la palabra a los ciudadanos comunes y corrientes en las sociedades abiertas de modo que el derecho de crítica deje de ser una prerrogativa de ciertas instituciones y órganos de expresión, y pueda extenderse y subdividirse sin límites, exponiendo a la vigilancia y la crítica del conjunto de la sociedad a los propios medios de comunicación. De esto puede resultar, desde luego, una cierta anarquía informativa, pero, asimismo, un sistema en el que la libertad de expresión esté permanentemente sometida a prueba y a perfeccionamiento y discusión.
Los blogueros, talentos y genios de las redes sociales suelen ser tan extravagantes y pintorescos como los artistas -con sus manías, estilos y ambiciones- y uno de los grandes méritos de Emily Parker es retratarlos en su libro no sólo prendidos a sus ordenadores y enviando sus mensajes a través del éter a la miríada de invisibles seguidores y amigos con que mantienen contactos digitales, sino en la intimidad familiar, en los cafés o antros donde se refugian, en el seno de sus familias, en los mítines políticos que promueven o en los escondites donde suelen desaparecer cuando son perseguidos. Eso hace que este libro esté lleno de color y de vida plural, donde la política, la cultura, los problemas sociales y económicos no aparecen nunca como realidades abstractas y desencarnadas, sino humanizados en individuos de carne y hueso, con sus grandezas y miserias y en unos contextos que permiten medir mejor los logros que han obtenido, así como sus fracasos.
Algunos de estos personajes se quedan en la memoria del lector con la vivacidad y el dinamismo de los protagonistas de una novela de Joseph Conrad o André Malraux. Por ejemplo, los chinos Michael Anti (Zhao Jing) y He Caitou, los cubanos Laritza Diversent, Reinaldo Escobar y Yoani Sánchez, y el ruso Alexéi Navalni aparecen en estas páginas con unos perfiles tan dramáticos y notables que parecen provenir más de la ficción que de la pobre realidad. Navalni, sobre todo, cuya historia ha dado ahora la vuelta al mundo gracias a su última peripecia que lo llevó a la cárcel y lo sacó de ella para ser candidato a la alcaldía de Moscú, en unas elecciones en las que obtuvo tres veces más votos que los que predecían las encuestas (y probablemente muchos más que los que dijeron los resultados oficiales).
Es un milagro que Alexéi Navalni esté todavía vivo, en un país donde los periodistas muy críticos del régimen que preside el nuevo zar, Vladimir Putin, suelen morir envenenados o asesinados por hampones, como la valiente Anna Politkovskaya. Sobre todo porque Navalni comenzó su carrera de bloguero denunciando con pruebas inequívocas las corruptelas y tráficos delictuosos de las grandes empresas (privadas o públicas) y exhortando a sus usuarios o accionistas a emprender acciones legales contra ellas en defensa de sus derechos. No sólo sigue vivo, después de haber calificado a Rusia Unida, el partido de gobierno, de "El Partido de los Estafadores y Ladrones", sino que se ha convertido en una verdadera fuerza política en Rusia: ha convocado manifestaciones de oposición con asistencia de decenas de miles de personas y es una figura internacional, que habla varios idiomas, domina gran variedad de temas, e impresiona por su simpatía y su carisma. En las páginas de este libro descuella sobre los otros disidentes por su apostura, su elegancia, pero también porque es imposible precisar en su caso dónde comienzan y dónde terminan sus ambiciones, sus convicciones y sus principios. No hay duda de que es excepcionalmente inteligente y valiente. ¿Pero es también un demócrata genuinamente guiado por un afán de libertad o un populista ambicioso que detrás de todos los riesgos que corre esconde sólo un apetito de poder y de riqueza?
Leyendo este libro es difícil no sentir una gran tristeza por ver los estragos que el totalitarismo ha causado en China, Cuba y Rusia. Todos los progresos sociales que el comunismo pudo haber traído a sus pueblos no compensan ni remotamente el atraso cívico, cultural y político en que los ha sumido, y los obstáculos que ha sembrado para que puedan aprovechar sus recursos y alcanzar el progreso y la modernidad en un ámbito de coexistencia democrática, legalidad y libertad. Es clarísimo que ese viejo modelo está muerto y enterrado, pero, aun así, librarse de él definitivamente les significará tiempo y sacrificios.
El libro de Emily Parker muestra el invalorable servicio que ha venido a prestar en esta tarea Internet, la gran transformación de las comunicaciones de nuestro tiempo


domingo, 19 de agosto de 2012

LA Llama de la LIBERTAD anida como un alma secreta en el CORAZÓN de los LIBROS. ***




......Nazis, fascistas, comunistas, caudillos militares o civiles, enceguecidos por los espejismos de las verdades absolutas, han tratado a lo largo de toda la historia y en todas la geografías del planeta, de domesticar y embridar el espíritu, creativo, insumiso y crítico que ha sido siempre el motor del cambio, pero por fortuna siempre han fracasado, dejando eso sí en el camino una miríada de víctimas torturados, encarcelados y asesinados, que pese a la represión y a las persecuciones, mantuvieron siempre viva aquella llama de libertad que anida como un alma secreta en el corazón de los libros....... 



*** MARIO VARGAS LLOSA en la inauguración de la 37º Feria del Libro Internacional en Buenos Aires,  21 de abril de 2011

viernes, 22 de abril de 2011

Una oda a la libertad y los libros...



Este es el discurso que brindó el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa en la Feria del Libro, antes de su charla con el periodista Jorge Fernández Díaz. (abril 2011, 37*Feria)


Agradezco a los organizadores de la Feria del Libro de Buenos Aires honrarme con la invitación a ocupar esta tribuna el día de la inauguración. He tenido ya ocasión de participar en ella hace algunos años y me alegra saber que ha ido creciendo y atrayendo cada vez a más editores, libreros y lectores hasta convertirse en una de las ferias del libro más importantes en todo el ámbito de nuestra lengua. No me extraña nada que haya ocurrido así.

Desde la primera vez que pisé Buenos Aires, hace de esto cerca de medio siglo, advertí que esta ciudad y los libros tenían una afinidad recóndita, comparable a la que sólo había advertido antes en París, y que, al igual que esta última, Buenos Aires era una ciudad de librerías -modernas y anticuarias-, de cafés literarios, de escribidores y lectores, donde todo letraherido se sentía inmediatamente en su casa. No es por eso nada raro que uno de los más grandes creadores de nuestro tiempo, Jorge Luis Borges, fuera un porteño y que se pueda decir de su extraordinaria obra que toda ella es como la exhalación imaginaria emanada de una biblioteca, institución en la que Borges, recordemos, en uno de sus más bellos textos, materializó el Paraíso.

Agradezco a los organizadores de este certamen haber resistido las presiones de algunos colegas y adversarios de mis ideas políticas para desinvitarme. Y extiendo mi agradecimiento a la Presidenta , señora Cristina Fernández de Kirchner, cuya oportuna intervención atajó aquel intento de veto. Ojalá esta toma de posición en favor de la libertad de expresión de la mandataria argentina se contagie a todos sus partidarios y guíe su propia conducta de gobernante. Este episodio, me parece, más allá de lo anecdótico, plantea un asunto interesante y actual que no me parece inadecuado abordar en el marco de este certamen con una breve exposición que se podría titular: "La libertad y los libros".

Manuscritos, impresos y, ahora, digitales, los libros representan la diversidad humana (mientras no sean expurgados, claro está). A condición de que puedan participar en ella sin discriminación, cortes, sin censura, los libros de una Feria del Libro son, en pequeño formato, la humanidad viviente, con lo mejor y lo peor que ella tiene: sus creencias, sus fantasías, sus conocimientos, sus sueños, sus amores y sus odios, sus prejuicios, sus pequeñeces y grandezas. Ningún espejo retrata mejor a esa colectividad de hombres y mujeres que conforman las diversas tradiciones, culturas, etnias, lenguajes, mitos, costumbres, modos y modas del fenómeno humano. Esa extraordinaria variedad desaparece cuando, abandonando la superficie, gracias a los libros nos sumergimos en lo profundo hasta llegar a aquellas raíces o denominadores comunes de la especie, pues allí descubrimos lo que hay de solidario y semejante por debajo de aquella frondosa variedad: una condición, unos sentimientos, unos anhelos, unas alegrías y unos miedos que establecen una identidad recóndita sobre las diferencias y distancias que la historia ha ido forjando entre razas, pueblos y culturas a lo largo de los siglos.

Los libros nos ayudan a derrotar los prejuicios racistas, étnicos, religiosos e ideológicos entre los pueblos y las personas y a descubrir que, por encima o por debajo de las fronteras regionales y nacionales, somos iguales en el fondo, que los "otros" somos en verdad "nosotros" mismos. Gracias a los libros viajamos en el espacio y en el tiempo, como hizo Julio Cortázar en La vuelta al día en ochenta mundos sin salir de su biblioteca, y comprobamos que, con todos sus matices y variantes, la humanidad es una sola y compartida. Podemos comparar el mundo de los libros que en estos momentos nos rodea con un bosque encantado. Ellos están allí, quietos, inertes, silenciosos, como los árboles y las plantas de las fantásticas historias infantiles, esperando la varita mágica que los anime. Basta que los abramos y celebremos con sus páginas esa operación mágica que es la lectura para que la vida estalle en ellos convocada por la hechicería de sus letras y palabras, y un surtidor de ideas, imágenes y sugestiones se eleve del papel hacia nosotros, nos impregne, arrebate y traslade a otra vida, a menudo más rica, coherente, intensa y entretenida que la vida verdadera, en la que a menudo las rutinas embrutecedoras cotidianas nos dejan apenas resquicios para la exaltación y la felicidad.

La vida de los libros nos enriquece y nos transforma. Nos hace más sensibles, más imaginativos y, sobre todo, más libres. Más críticos del mundo tal como es y más empeñados en que cambie también él y se vaya acercando a los mundos que inventamos a imagen y semejanza de nuestros deseos y sueños. Por eso, los libros son un testimonio inapelable de las carencias y deficiencias de la vida, aquellas que incitan a los seres humanos a crear mundos de fantasías y a volcarlos en ficciones para poder tener aquello que la vida que vivimos no nos da. El viaje al corazón de ese bosque encantado de los libros no es gratuito, un paseo divertido y sin secuelas. Es un viaje que deja huellas en el sentimiento y la inteligencia del lector, la comprobación de que el mundo real está mal hecho, pues no basta para colmar nuestros anhelos. ¿Para qué inventaríamos otros mundos si con éste nos bastara? Es imposible no salir de un buen libro sin la extraña insatisfacción de estar abandonando algo perfecto para volver a lo imperfecto y empezar a mirar el entorno con cierto desánimo y frustración. Nada ha hecho que el mundo progrese tanto desde los tiempos de la caverna primitiva hasta la era de la globalización como ese viaje a lo imaginario que acompaña a hombres y mujeres desde su más remoto pasado y del que da testimonio inequívoco el mundo vertiginoso y laberíntico de los libros.

No es sorprendente, por ello, que los libros hayan despertado, a lo largo de la historia, la desconfianza, el recelo y el temor de los enemigos de la libertad, de quienes se creen dueños de las verdades absolutas, de todos los dogmáticos y fanáticos que han sembrado de odio y violencia zigzagueante el curso de la civilización. La Inquisición lo vio clarísimo: los libros deben ser examinados y purgados por censores estrictos para asegurar que sus contenidos se ajusten a la ortodoxia y no se deslicen en ellos apostasías y desviaciones de la doctrina verdadera. Dejarlos prosperar sin esa camisa de fuerza de la censura previa sería poblar el mundo de heterodoxias, teorías subversivas, tentaciones peligrosas y desafíos múltiples a las verdades canónicas.

Esta mentalidad llevó a decidir que todo un género literario -la novela- fuera prohibida durante los tres siglos que duró la colonia en todas las posesiones españolas de América. Durante trescientos años no se pudo editar ni importar ficciones en las colonias americanas. El contrabando se encargó de que muchas novelas circularan en nuestras tierras, felizmente. Pero una de las perversas -o tal vez felices- consecuencias de esta prohibición fue que, en América latina, como la ficción fue reprimida en el género que la expresaba mejor -las novelas- y como los seres humanos no podemos vivir sin ficciones, éstas se la arreglaron para contaminarlo todo -la religión, desde luego, pero también las instituciones laicas, el derecho, la ciencia, la filosofía y, por supuesto, la política-, con el previsible resultado de que, todavía en nuestros días, los latinoamericanos tengamos grandes dificultades para discernir entre lo que es ficción y lo que es realidad. Eso ha sido muy beneficioso en los dominios del arte y la literatura, pero bastante catastrófico en otros, en los que sin una buena dosis de pragmatismo y de realismo -saber diferenciar el suelo firme de las nubes- un país puede estancarse o irse a pique. Los comisarios políticos han reemplazado en la vida moderna a los inquisidores de antaño.

Toda vez que se ha apoderado de un gobierno un fanático religioso, ideológico o un caudillo megalómano que se cree dueño de la verdad absoluta, los libros se han visto sometidos a purgas, recortes y vejaciones para tratar de evitar que lo que ellos encarnan mejor que nadie -la diversidad humana, la variedad de ideas, creencias, puntos de vista, costumbres y tradiciones- se divulgue y contradiga la visión dogmática, excluyente y autoritaria entronizada. Nazis, fascistas, comunistas, caudillos militares o civiles enceguecidos por los espejismos de las verdades absolutas han tratado a lo largo de toda la historia y en todas las geografías del planeta de domesticar y embridar el espíritu creativo, insumiso y crítico -que ha sido siempre el motor del cambio-, pero, por fortuna, siempre han fracasado. Dejando, eso sí, en el camino una miríada de víctimas -torturados, encarcelados y asesinados- que, pese a la represión y a las persecuciones, mantuvieron siempre viva aquella llama de libertad que anida, como un alma secreta, en el corazón de los libros. Leer nos hace libres, a condición, claro está, de que podamos elegir los libros que queremos leer y que los libros puedan escribirse e imprimirse sin inquisidores ni comisarios que los mutilen para que encajen dentro de las estrechas orejeras con que ellos aprisionan la vida.

Defender el derecho de los libros a ser libres es defender nuestra libertad de ciudadanos, el precioso fuego que la atiza, mantiene y renueva. Una de las mejores tradiciones de la Argentina ha sido ser un país de libros, escritores y lectores. Yo lo recuerdo muy bien, pues mi infancia y mi adolescencia se nutrieron de revistas y libros (y, añadiré, películas y canciones) que se producían y editaban en este país y se difundían por todos los rincones de América. Por ejemplo, llegaban puntualmente a Cochabamba, la ciudad boliviana donde viví hasta los diez años. Recuerdo muy bien la llegada periódica de Leoplán para el abuelo, el Para Ti que leían mi madre y m abuela y el Billiken que yo esperaba como maná del cielo. Más tarde, de universitario en San Marcos, en Lima, conocí la literatura más renovadora y moderna (de Faulkner a Thomas Mann, de Joyce a Sartre, de Camus a Forster, de Eliot a Hemingway) gracias a las traducciones que editoriales como Losada, Sudamericana, Emecé, Sur y otras publicaban y distribuían por todo el continente.

Como innumerables jóvenes latinoamericanos de mi generación, puedo decir por eso que debo buena parte de mi formación literaria a esa pasión por los libros que anida en el corazón de la cultura argentina. Hago votos por que esa hermosa tradición se renueve y fortalezca y que sea la mejor expresión de ello esta Feria del Libro de Buenos Aires.

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1367577-una-oda-a-la-libertad-y-los-libros

domingo, 13 de marzo de 2011

Piqueteros Intelectuales / por Mario Vargas Llosa

Un puñado de intelectuales argentinos kirchneristas, vinculados con el grupo Carta Abierta, encabezados por el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, pidió a los organizadores de la Feria del Libro de Buenos Aires, que se abrirá el 20 de abril, que me retirara la invitación para hablar el día de su inauguración. La razón del veto: mi posición política "liberal", "reaccionaria", enemiga de las "corrientes progresistas del pueblo argentino" y mis críticas a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
Bastante más lúcida y democrática que sus intelectuales, la presidenta Cristina Fernández se apresuró a recordarles que semejante demostración de intolerancia y a favor de la censura no parecía una buena carta de presentación de su gobierno, ni oportuna, cuando parece iniciarse una movilización a favor de la reelección. Obedientes, pero sin duda no convencidos, los intelectuales kirchneristas dieron marcha atrás.
Me alegra coincidir en algo con la presidenta Cristina Fernández, cuyas políticas y declaraciones populistas en efecto he criticado, aunque sin llegar nunca al agravio, como alegó uno de los partidarios de mi defenestración. Nunca he ocultado mi convencimiento de que el peronismo, aunque haya impulsado algunos progresos de orden social y sindical, hechas las sumas y las restas ha contribuido de manera decisiva a la decadencia económica y cultural del único país de América latina que llegó a ser un país del primer mundo y a tener en algún momento un sistema educativo que fue un ejemplo para el resto del planeta.
Esto no significa, claro está, que aliente la menor simpatía por sus horrendas dictaduras militares cuyos crímenes, censuras y violaciones de los derechos humanos he criticado siempre con la mayor energía en nombre de la cultura de la libertad que defiendo y que es constitutivamente alérgica a toda forma de autoritarismo.
Precisamente, la única vez que he padecido un veto o censura en la Argentina, parecido al que pedían para mí los intelectuales kirchneristas, fue durante la dictadura del general Videla, cuyo ministro del Interior, el general Harguindeguy, expidió un decreto de abultados considerandos prohibiendo mi novela La tía Julia y el escribidor y demostrando que ésta era ofensiva al "ser argentino". Advierto con sorpresa que los intelectuales kirchneristas comparten con aquel general cierta noción de la cultura, de la política y del debate de ideas que se sustenta en un nacionalismo esencialista un tanto primitivo y de vuelo rasero.
Porque lo que parece ofender principalmente a Horacio González, José Pablo Feinmann, Aurelio Narvaja, Vicente Battista y demás partidarios del veto, por encima de mi liberalismo es que, siendo un extranjero, me inmiscuya en los asuntos argentinos. Por eso les parecía más justo que abriera la Feria del Libro de Buenos Aires un escritor argentino en consonancia con las "corrientes populares".
Si tal mentalidad hubiera prevalecido siempre en la Argentina, el general José de San Martín y sus soldados del Ejército Libertador no se hubieran ido a inmiscuir en los asuntos de Chile y Perú y, en vez de cruzar la cordillera de los Andes impulsados por un ideal anticolonialista y libertario, se hubieran quedado cebando mate en su tierra, con lo que la emancipación hubiera tardado un poco más en llegar a las costas del Pacífico sudamericano. Y si un rosarino llamado Ernesto "Che" Guevara hubiera profesado el estrecho nacionalismo de los intelectuales kirchneristas, se hubiera eternizado en Rosario ejerciendo la medicina en vez de ir a jugarse la vida por sus ideas revolucionarias y socialistas en Guatemala, Cuba, el Congo y Bolivia.
Fuego de artificio
El nacionalismo es una ideología que ha servido siempre a los sectores más cerriles de la derecha y la izquierda para justificar su vocación autoritaria, sus prejuicios racistas, sus matonerías, y para disimular su orfandad de ideas tras un fuego de artificio de eslóganes patrioteros. Está visceralmente reñido con la cultura, que es diálogo, coexistencia en la diversidad, respeto del otro, la admisión de que las fronteras son en última instancia artificios administrativos que no pueden abolir la solidaridad entre los individuos y los pueblos de cualquier geografía, lengua, religión y costumbres pues la nación -al igual que la raza o la religión- no constituye un valor ni establece jerarquías cívicas, políticas o morales entre la colectividad humana.
Por eso, a diferencia de otras doctrinas e ideologías, como el socialismo, la democracia y el liberalismo, el nacionalismo no ha producido un solo tratado filosófico o político digno de memoria, sólo panfletos a menudo de una retórica tan insulsa como beligerante. Si alguien lo vio bien, y lo escribió mejor, y lo encarnó en su conducta cívica fue uno de los políticos e intelectuales latinoamericanos que yo admiro más, el argentino Juan Bautista Alberdi, que llevó su amor a la justicia y a la libertad a oponerse a la guerra que libraba su propio país contra Paraguay, sin importarle que los fanáticos de la intolerancia lo acusaran de traidor.
Los vetos y las censuras tienden a imposibilitar todo debate y a convertir la vida intelectual en un monólogo tautológico en el que las ideas se desintegran y convierten en consignas, lugares comunes y clisés. Los intelectuales kirchneristas que sólo quisieran oír y leer a quienes piensan como ellos y que se arrogan la exclusiva representación de las "corrientes populares" de su país están muy lejos no sólo de un Alberdi o un Sarmiento, sino también de una izquierda genuinamente democrática que, por fortuna, está surgiendo en América latina, y que en países donde ha estado o está en el poder, como en Chile, Brasil, Uruguay, ha sido capaz de renovarse, renunciando no sólo a sus tradicionales convicciones revolucionarias reñidas con la democracia "formal" sino al populismo, al sectarismo ideológico y al dirigismo, aceptando el juego democrático, la alternancia en el poder, el mercado, la empresa y la inversión privadas, y las
instituciones formales que antes llamaba burguesas. Esa izquierda renovada está impulsando de una manera notable el progreso económico de sus países y reforzando la cultura de la libertad en América latina.
¿Qué clase de Argentina quieren los intelectuales kirchneristas? ¿Una nueva Cuba, donde, en efecto, los liberales y demócratas no podríamos jamás dar una conferencia ni participar en un debate y donde sólo tienen uso de la palabra los escribidores al servicio del régimen? La convulsionada Venezuela de Hugo Chávez es tal vez su modelo. Pero allí, a diferencia de los miembros del grupo Carta Abierta, la inmensa mayoría de intelectuales, tanto de izquierda como de derecha, no es partidaria de los vetos y censuras. Por el contrario, combate con gran coraje contra los atropellos a la libertad de expresión y la represión creciente del gobierno chavista a toda forma de disidencia u oposición.
De quienes parecen estar mucho más cerca de lo que tal vez imaginan Horacio González y sus colegas es de los piqueteros kirchneristas que, hace un par de años, estuvieron a punto de lincharnos, en Rosario, a una treintena de personas que asistíamos a una conferencia de liberales, cuando el ómnibus en que nos movilizábamos fue emboscado por una pandilla de manifestantes armados de palos, piedras y botes de pintura. Durante un buen rato debimos soportar una pedrea que destrozó todas las lunas del vehículo, y lo dejó abollado y pintarrajeado de arriba abajo con insultos. Una experiencia interesante e instructiva que parecía concebida para ilustrar la triste vigencia en nuestros días de aquella confrontación entre civilización y barbarie que describieron con tanta inteligencia y buena prosa Sarmiento en su Facundo y Esteban Echeverría en ese cuento sobrecogedor que es El matadero.
Me apena que quien encabezara esta tentativa de pedir que me censuraran fuera el director de la Biblioteca Nacional, es decir, alguien que ocupa ahora el sitio que dignificó Jorge Luis Borges. Confío en que no lo asalte nunca la idea de aplicar, en su administración, el mismo criterio que lo guió a pedir que silenciaran a un escritor por el mero delito de no coincidir con sus convicciones políticas. Sería terrible, pero no inconsecuente ni arbitrario. Supongo que si es malo que las ideas "liberales", "burguesas" y "reaccionarias" se escuchen en una charla, es también malísimo y peligrosísimo que se lean. De ahí hay solo un paso a depurar las estanterías de libros que desentonan con "las corrientes progresistas del pueblo argentino".
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1357024-piqueteros-intelectuales

viernes, 11 de marzo de 2011

M.Vargas Llosa & J.L.Borges: paralelismos conflictivos (reales e imaginarios)

 
Hasta hace poco  menos de un mes la presencia del nobel de literatura en la apertura de la 37 Feria del Libro en Buenos Aires, no habia levantado ninguna polvareda.
La consensuada misiva de los popes de Carta Abierta,  denostando al escritor peruano no en su calidad de tal sino como expresión de una política estimada perniciosa por  los fundamentos enunciados en esa referencia; pone en el centro de la  escena una velada intolerancia impropia en un estado de  derecho y de una sociedad democrática que no puede sino ser habitable por la diversidad de opiniones  y hasta indigerible por sus contenidos, si se quiere. 
A fuer de sincero, el laureado escritor, desde siempre (cuando era socialista y compañero de militancia de varios adversarios contemporáneos)  tuvo expresiones indecorosas hacia la historia y presente del movimiento justicialista, hoy a  las autoridades del gobierno argentino; y a partir de su mutación ideológica efectúa constantes descalificaciones hacia el régimen cubano, y al gobierno  venezolano. 
Todo esto de por si bastaba para ponerle palos a en la rueda a su presencia en Buenos Aires…o tan solo era una gestualidad para demostrar lealtades sectoriales…?
La idea de los Feriantes de traer un Escritor de prestigio internacional para darle lustre  al evento, era  naturalmente para  incrementar la performance shoppinera
De  J.L.Borges, sabemos sus similitudes  ideológicas  con Vargas Llosa. El más universal de los escritores  argentinos  seguramente  habría recibido también algunas objeciones por su manera de ver la realidad socio-política; sin embargo y pese a todo nos representa en el mundo entero, aunque intrínsecamente prefiero a Marechal o Scalabrini como los genuinos  exponentes de la cultura popular.
En agosto del año 2010, en la sala J.L.Borges de la Biblioteca Nacional, se efectuó un acto organizado con motivo del primer plenario de cultura de las 62 Organizaciones de la ciudad de Buenos Aires, del que participaron el anfitrión director de la BN, el ministro de  trabajo y el  secretario general de la  CGT, entre otros
El extinto escritor no fue bien tratado como era de esperar, en esa sala que lleva su nombre, de esa institucion que lo cobijo 18 años como Director; el titular de la CGT, H.M. expreso  "Yo me digo, si no le gustaban el mate, el fútbol, el tango y no se había casado, ¡qué va a ser peronista! ¡No puede ser peronista!"
 Ni una linea a su vasta trayectoria literaria solo el ludibrio por no coincidir con el ideario (que yo si comparto)  de los compañeros asistentes a ese acto.  
La diferencia no sutil por cierto pero igualmente poco feliz es la acérrima crítica y ataque a las ideas de esos hombres, las cuales en ningún caso han sido determinantes en el decurso de la historia contemporánea.
Poco  importa a los punteros  del pensamiento único  si  estás vivo o  se es parte  del bronce de la historia; el cartabón de sus consignas les indica lo potable o lo  que debe ser soslayado.
Uno de las características inmanentes  de la democracia es el respeto a las ideas y a las instituciones de la republica. Sin tolerancia caemos en un absolutismo retrogrado  y nuestra argentina no puede sino estar a la vanguardia  del derecho a opinar sin censura previa, guardando las formas civilizadas que nos reconozcan como nación y pueblo  dispuesto a su cumplimiento.  
 
Daniel Diaz / Bibliotecario Argentino [incorregible]

domingo, 6 de marzo de 2011

Carta de Mario Vargas Llosa al General Videla (22-octubre -1976)


Érase una vez una carta ...
El escritor y periodista escribe sobre la oposición de intelectuales K a que Vargas Llosa inaugure la Feria del Libro.
El 22 de octubre de 1976, desde Lima, un escritor dirigió una carta al general Jorge Rafael Videla, por entonces ocupante (por invasión) de la Casa Rosada y presidente (por infracción) de la República Argentina. Su texto es el que sigue:

"El PEN Internacional, organización mundial de escritores que tengo el honor de presidir, ha recibido el informe titulado La persecución a artistas, intelectuales y periodistas en Argentina, que me permito adjuntarle, así como un complemento documental –
fotocopias de publicaciones periodísticas- en que se apoyan algunas de sus afirmaciones.
"Aunque en el informe aparezcan, de cuando en cuando, expresiones que puedan atribuirse a la pasión política y algunas apreciaciones de carácter subjetivo, el grueso de su contenido, sin embargo constituye una relación de hechos de una gravedad tal que no puede dejar de consternar a cualquier persona civilizada. La lista de acciones que atentan contra los principios básicos de la cultura cubre un amplísimo registro: libros secuestrados de bibliotecas universitarias y particulares que han sido quemados públicamente, clausura temporal o definitiva de periódicos y revistas y establecimiento de una rígida censura, detención de escritores y artistas, sin especificar los cargos que pesan sobre ellos y sin transferirlos al poder judicial, hostigamiento y cierre de editoriales, allanamiento de instituciones dedicadas al arte y a la investigación sociológica.

"Paralelamente a estas acciones oficiales hay las que llevan a cabo comandos armados de gentes vestidas de civil, que su gobierno (PROCESO)hasta el momento no ha impedido ni castigado,
y que han sembrado el horror en muchos hogares argentinos. El informe cita a intelectuales que han sido secuestrados de sus casas y luego asesinados, a otros que han sido torturados, a otros que han desaparecido sin que se tengan noticias de su paradero. Asimismo, decenas de escritores, artistas y periodistas han debido huir del país, porque habían recibido amenazas de muerte. Ni siquiera el exilio es lugar seguro para algunos, pues se ha visto, en el caso reciente del poeta Juan Gelman, como sus hijos y su nuera eran secuestrados en Buenos Aires por una de estas bandas terroristas en represalia por sus opiniones políticas.
"Quiero en nombre del PEN Internacional, hacerle llegar nuestra más enérgica protesta por estos hechos, que constituyen crímenes imperdonables contra el espíritu, y
que resultan particularmente insólitos en un país con el grado de civilización de Argentina. En nombre de la rica tradición de pensamiento y creatividad que ha hecho de su país un centro cultural de primer orden, lo exhorto a poner fin a la persecución de las ideas y los libros, a respetar el derecho de disentir, a salvaguardar la vida de los ciudadanos y a permitir que los escritores argentinos desempeñen libremente la función que les corresponde en la sociedad y contribuyan de este modo a su progreso.

"Cumplo asimismo con hacerle saber que, por la gravedad de las acusaciones, voy a recomendar al PEN la publicación de este informe y su difusión internacional. Ésta no es una medida inspirada en convicciones políticas partidistas de ninguna clase, sino, dentro del espíritu de la Carta del PEN,
una estricta acción de solidaridad humana y de defensa de los más elementales principios morales que hacen posible la cultura".
El autor y remitente de esta importante carta fue Mario Vargas Llosa quien por entonces presidía el PEN Internacional, que reúne a poetas, ensayistas y narradores de más de cien países. Este texto se difundió en diversos medios periodísticos del mundo y fue reimpreso en 1984 en el libro "Contra viento y marea", del mismo autor. (Biblioteca Seix Barral, Editorial Sudamericana Planeta, en Buenos Aires).

Que
Horacio González, intelectual de primera línea, liderara la fallida ofensiva contra Vargas Llosa, muestra lo enferma que está nuestra dirigencia cultural. Y en este caso, con carácter grave, pues Horacio González aceptó sin chistar la indicación oficial siendo que ni nos preside Stalin ni hay GULAG en el país.
 
Por Esteban Peicovich (*) | 05.03.2011
 
Fuente: http://www.perfil.com/contenidos/2011/03/05/noticia_0028.html
 



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miércoles, 2 de marzo de 2011

Cristina ordenó retirar la carta de intelectuales contra Vargas Llosa...


La Presidenta Cristina Fernández de Kirchner pidió al director de la Biblioteca Nacional respetar la palabra del Nobel peruano.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner pidió hoy a un grupo de intelectuales kirchneristas que retire una carta en la que se expresaban en contra del Premio Nobel de Literatura, el peruano Mario Vargas Llosa.
En el documento, intelectuales K solicitaban que el laureado escritor no participara de la inauguración de la Feria del Libro de Buenos Aires, al calificarlo de "autoritario" y de tener "posiciones políticas agresivas".
El director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, dijo que la mandataria se comunicó con él durante la jornada y le expresó que la "discusión no puede dejar la más mínima duda de la vocación de libre expresión de ideas políticas en la Feria del Libro".
"Tal como me lo ha expresado, no es concebible la vida literaria y el compromiso con la ensayística social sin un absoluto respeto por la palabra de los escritores - o de cualquier ciudadano-, cualquiera sea su significación o intención", resaltó González en otra carta redactada luego del diálogo con la jefa de Estado.
Fuente: DyN
Publicado en: http://richardebury.blogspot.com/

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martes, 1 de marzo de 2011

Intelectuales “K” cuestionan que Mario Vargas Llosa inaugure la Feria del Libro


La Fundación El Libro invitó al Nobel 2010 pero un grupo de intelectuales cercanos al gobierno lo repudiaron. Qué argumentan.
La posibilidad de que el último Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, abra la edición número 37 de la Feria del Libro en Buenos Aires, encontró resistencia entre el grupo de intelectuales K nucleadas en Carta Abierta.
"Considero sumamente inoportuno el lugar que se le ha concedido para inaugurar una Feria que nunca dejó de ser un termómetro de la política y de las corrientes de ideas que abriga la sociedad argentina", escribió en un mail Horacio González, titular de Biblioteca Nacional, a Carlos De Santos, presidente de la Cámara del Libro.

Según González, hay dos Vargas Llosa: "El gran escritor que todos festejamos y el militante que no ceja ni un segundo en atacar a los gobiernos populares de la región". El escritor peruano, además de cuestionar con dureza a líderes latinoamericanos como Hugo Chávez, ha embestido contra los Kirchner: "Elegirlos es entercarse en el error", le dijo a Diario PERFIL en octubre pasado.

Según Clarín, el director de la Biblioteca Nacional le propuso a los organizadores abrir el encuentro con algún escritor argentino habida cuenta que el día de la inauguración estarán presentes funcionarios del Gobierno nacional y porteño y personalidades del mundo de la cultura.
El titular de la Fundación El Libro, organizadora de La Feria, Gustavo Canevaro, admitió no conocer el contenido del correo de González y aseguró que "tratamos de ser los más neutrales que sea posible; cuando accionamos tenemos una parte política, pero nuestro fuerte es la parte cultural".

Por su parte, Aurelio Narvaja, de Ediciones Colihue, pidió revisar la invitación del Nobel para la apertura y se sumó el filósofo José Pablo Feinmann: "Me produjo una enorme indignación que Vargas Llosa venga a abrir la Feria después de lo que dijo sobre la Argentina", en diálogo con el diario La Nación.
"A iniciativa mía, Mario Goloboff y Vicente Battista redactaron una solicitada que ya fue firmada también por Liliana Heker y Horacio González y que seguramente será firmada por muchos escritores", anticipó Feinmann, quien dijo no conocer la carta de Narvaja. Aunque añadió: "Seguramente él (por Narvaja) estará de acuerdo con lo que decimos", agregó Feinmann al matutino.

El texto de repudio, que ya circula entre algunos intelectuales, reza: "Convertido desde hace años en vocero de los grupos multinacionales editoriales y mediáticos, de un supuesto 'liberalismo' de sometimiento y depredación, y de la oposición a lo que ellos denominan 'gobiernos populistas' en América latina, Vargas Llosa se ha ensañado de modo muy particular con nuestro país y nuestra sociedad, en declaraciones vastamente difundidas por esos mismos medios".

Fuente; http://www.perfil.com/contenidos/2011/03/01/noticia_0004.html


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jueves, 7 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa Premio Nobel de Literatura 2010

 Mario Vargas Llosa superó finalmente esa lugar que integraba como eterno candidato y desde hoy integra el relativamente reducido olimpo de escritores latinoamericanos reconocido con el Nobel de Literatura. A los 74 años, la Academia sueca lo premio "por su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo".
El peruano, nacido en 1936 en Arequipa y que también tiene la nacionalidad española, estaba desde hace años en las quinielas de los favoritos de los Nobel. Es el primer escritor latinoamericano que lo gana desde el mexicano Octavio Paz, en 1990.
En una primera declaración, transmitida por el presidente del jurado del Nobel de Literatura, Peter Englund, Vargas Llosa dijo sentirse "muy conmovido y entusiasmado" por el galardón. El escritor está en Nueva York, donde da clases en la Universidad de Princeton. "Se había levantado a las cinco de la mañana para presentar una clase, cuando recibió nuestra llamada a las siete menos cuarto, mientras trabajaba intensamente", dijo Englund.
La decisión de la Academia Sueca de celebrar su "cartografía de las estructuras de poder" refleja certeramente el núcleo de varias de sus novelas, desde las jerarquías y los vínculos de complicidad pero también de humillación del liceo militar Leoncio Prado (La ciudad y los perros, 1962, su primera novela publicada) hasta el singularísimo autoritarismo del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo (La fiesta del Chivo, 2000), descrito desde diferentes puntos de vista y que desató no pocas críticas en la alta sociedad de la república insular.
También muestra las estructuras de poder, en este caso las de la política de su Perú natal, Conversación en la Catedral (1969), considerada una de las más grades obras de Vargas Llosa y centrada en el encuentro casual que mantiene Santiago Zabala con Ambrosio, un ex chofer del padre de "Zabalita", en tiempos de la dictadura del general Manuel Odría.
Y no muy lejos de esas estructuras, Pantaleón y las visitadoras (1973), en un tono más risueño que el de las anteriores, describe el fanatismo con el que el militar Pantaleón Pantoja cumple a rajatabla la orden que recibió de sus superiores y termina instalando un prostíbulo para militares en plena amazonia peruana.
Entre sus libros más conocidos hay varios más de su obra de ficción, como Los Jefes (una serie de relatos de 1959), La casa verde (1966, por el que recibió el Premio Rómulo Gallegos), Los cachorros (1967), La tía Julia y el escribidor (1977), ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), Lituma en los Andes (1993, Premio Planeta), Los cuadernos de don Rigoberto (1997 y que resultó en una interesante experiencia del escritor en la literatura erótica) y su más reciente Travesuras de la niña mala (2006).
La prosa de José Mario Pedro Vargas Llosa (tal su nombre completo) tiene entre sus varios puntos fuertes un desarrollo paulatino y profundo de los personajes, inmersos en tramas cautivantes que, además, logran describir con precisión, amplitud y un fuerte efecto de vivencia personal (para el lector) las sociedades en las que esos actores están inmersos.
El nuevo premio Nobel latinoamericano tiene publicada además su autobiografía (Como pez en el agua, 1993), numerosos ensayos (principalmente sobre literatura) y varias obras de dramaturgia. Acaba de publicar además su nueva novela, El sueño del celta.
El Nobel de Literatura está dotado con diez millones de coronas (cerca de 1,5 millones de dólares) y será entregado el próximo 10 de diciembre, en el aniversario de la muerte de Alfred Nobel.
Vargas Llosa acudirá a la ceremonia de entrega del galardón el 10 de diciembre, en Estocolmo, y de acuerdo a la tradición de los galardones será el encargado de pronunciar el discurso en nombre de todos los premiados, a excepción del de la Paz, que se celebra en un acto paralelo, en Oslo.