No sé si el frío que nos arrebata estos días en toda España, la ola de frío siberiana se ha convertido en un fenómeno mediático que enlaza en extraña correspondencia con la otra ola de noticias terribles sobre la economía, quizá por aquello de que las desgracias nunca vienen solas, ha sido un factor determinante para que la convocatoria de abrazar las bibliotecas públicas de todo el país a las doce del mediodía del pasado sábado, bautizada por los bibliotecarios como "marea amarilla " por el color de las camisetas con frases reivindicativas que llevan, no haya tenido la repercusión que se merece en los medios de comunicación. No, desde luego, porque el número de convocados desbordara cualquier previsión ni nada parecido pero del silencio ante esta iniciativa, en claro contraste con el tratamiento de otras mareas, la verde y la blanca del personal docente y del sanitario, tiene todas las trazas de convertir a este colectivo en el patito feo de las reivindicaciones de funcionarios públicos. El origen de esta marea, cómo no, viene de los recortes públicos y, por ahora, deberíamos atender a ciertos amagos que amenazan con convertirse en algo más serio el día 23 de abril, que es cuando se conmemora el Día del Libro en España. La iniciativa de abrazar las bibliotecas el pasado sábado, de claro gesto anglosajón, surgió porque en el Reino Unido se celebra ese día el National Library Day, un día de reivindicación donde los bibliotecarios británicos realzan la labor pública que realizan, no olvidemos que el movimiento de las biblioteca públicas como motor de la educación del pueblo surgió en las bibliotecas ambulantes del Reino Unido a finales del XIX, y se pensó que realizando ese gesto de abrazar los edificios se llamaría la atención sobre los recortes que amenazan con dar al traste con la gestión de éstas tal y como las conocemos hasta ahora y, de paso, se daría lugar a que este día naciera Muchos son los síntomas que hacen que este colectivo esté alarmado. Ya dimos cuenta aquí de la retirada de las suscripciones públicas de las revistas culturales que el Ministerio de Cultura otorgaba a las bibliotecas públicas a las pocas horas de que el nuevo ministro, José Ignacio Wert, tomara posesión del cargo, y cuya retirada, parece ser, se debe a que el Tribunal de Cuentas podía acusar de prevaricación incluso al propio Ministerio de seguir esas ayudas tal y como hasta ahora se han llevado a cabo, lo que no les exime de inventar nuevos modos. Pero esta retirada es sólo uno de los muchos problemas que los recortes anunciados pueden generar en un sector clave, y desgraciadamente poco mediático, en el servicio público de la cultura como son las bibliotecas. Desde luego el disparadero ha sido la negativa del colectivo a la cuota de pago por préstamo del libro, que es esencial para una correcta labor social de esta institución; problema, además, que rebasa el ámbito español para incrustarse de lleno en el nuevo diseño que los gobernantes europeos están dibujando de lo que debe ser la cultura pública en la futura UE, pero gestos como el interés poco meditado por las nuevas tecnologías, la implantación de los libros digitales en un contexto del que poco se sabe por ahora y que suena más a voluntad por parte de los responsables de las instituciones que de otra cosa, la reivindicación del voluntariado por parte de la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, no ha hecho nada por calmar los ánimos, ya que el colectivo se teme que intenten suplir con voluntariado civil la labor profesional del personal contratado, a lo que reañaden otras acciones, como la reducción en un 50% de las actividades culturales en las bibliotecas públicas por parte del gobierno de Esperanza Aguirre en La responsabilidad que el actual Ministerio de Educación, Cultura y Deporte tiene respecto al funcionamiento correcto de las instituciones culturales en estos momentos es crucial porque con una política drástica de recortes públicos puede dar al traste con una industria, como la de Pero mientras tanto surgen las mareas, las blancas, las verdes, las amarillas de los bibliotecarios… habrá más colores, por desgracia, porque esa afluencia cromática significará que hay más colectivos reivindicando sus derechos cuando no su mera subsistencia. Ahora son los bibliotecarios, que muestran sus problemas en páginas visitables en |
El alma de las bibliotecas y Centros de documentación es el bibliotecario/a. El ha sido y es, el nexo entre el saber aquilatado, conservado y organizado en las nobles arquitecturas y la comunidad. Tiene responsabilidades, objetivos y obligaciones…pero esa alma corpórea es merecedora de los derechos que como Trabajador de la Información le corresponden; Este es nuestro desafió profesional: Construír a partir de nuestra propia identidad una organización genuina para los Bibliotecarios
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lunes, 6 de febrero de 2012
Bibliotecarios en lucha : El color de las mareas...
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